En enero se celebró una asamblea de vinicultores para protestar por la conducta de Francia, que cerró las puertas a los vinos españoles. Por su parte, los naranjeros se opusieron a las disposiciones del Gobierno sobre la inspección de fruta que había de ser exportada.
En septiembre, no hubo más novedad que los elevados precios a que comenzaron a comprarse las distintas clases de naranja, a pesar de que todavía estaba lejana la fecha de recolección. Ello obedecía a la eleveción de la libra, que se cotizó a 50 pesetas. En las mismas fechas, los arroceros también se mostraban contentos por la abundancia y calidad de la cosecha, aunque no respecto al precio, que no pasaba de 33 pesetas los 100 kilos.
En noviembre comenzó el embarque de la naranja, que se retrasó un poco respecto a lo habitual, ya que por efecto de la temperatura primaveral, el fruto no entraba en color. En los mercados productores se compró a buenos precios, y la campaña comenzaba con grandes esperanzas.