Los restos mortales de Vicente Blaco Ibáñez llegaron al Puerto de Valencia el domingo 29 de octubre, procedentes de Menton (Francia), donde había muerto en 1928. Allí los recibieron el presidente de la República, Alcalá Zamora, cinco ministros y varios embajadores, además de las autoridades valencianas. Sus restos llegaron en el Jaime I a las diez de la mañana, ya entonces la carrera por la que tenía que pasar el cortejo estaba repleta de público.
Por el camino del Grao, y a hombros de veintidós hombres, fue llevado el ataúd, de caoba con herrajes de oro en forma de libro, con la inscripción Los muertos mandan, título de una de sus novelas. Tres horas después llegó la comitiva al puente de Aragón, con la Guardia municipal montada, una batería de Artillería, una compañía de Infantería y bandas de música. El féretro fue llevado al salón columnario de la Lonja, donde fue visitado por muchos valencianos hasta el 5 de noviembre. Ese día fue enterrado en el cementerio, no sin pasar antes por El Pueblo. Días antes, el 25 de octubre una comisión, con el alcalde, llegó a Mentón. Sus restos fueron llevados del cementerio a Fontana Rosa, finca en la que vivió y murió Blasco. Los recibió Elena Ortúzar, su viuda, y su hijo, Sigfrido Blasco.