La sequía ha provocado que más de 17.000 hanegadas queden sin cultivo arrocero, lo que ha traído una importante merma en la cosecha. La falta de agua ha llegado cuando tan necesarios son los artículos de primera necesidad para el abastecimiento. Además, ha causado quebrantos en la población jornalera y agrícola de tanta repercusión en la economía nacional.
Las restricciones de fluido eléctrico, de hasta tres días semanales, provocaron que los motores de riego no tuvieran fuerza y la pérdida de los cultivos. En octubre, en algunos pueblos de Valencia sólo había dos horas de fluido, de ocho a diez de la noche. A final de año, un temporal de agua llenó los pantanos, se restableció el fluido y los campos se saciaron.