En enero se presentó un revuelto régimen atmosférico, con chubascos, fuertes vientos bajas temperaturas y nieve, incluso en Valencia. El frío produjo grandes heladas, y retrasó la desaparición de la nieve de las calles y los campos. El termómetro llegó a seis y siete grados bajo cero, lo que heló la naranja y el árbol. En Castellón se perdió el setenta por ciento de la cosecha. En Valencia, el daño fue del veinte por ciento, porque ya se había sacado mucha fruta.
El Gobierno destinó 200 millones de pesetas para préstamos, encargando a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Valencia el reparto de préstamos. En cambio, los naranjeros a los que no se les había helado el fruto, la vendían a 16 y 18 pesetas la arroba.
En marzo, llegó un persistente régimen de lluvias. El Turia llevaba un copioso caudal, y los que vivían en las orillas dejaron sus chabolas. En cambio, estas lluvias eran un gran beneficio para los pantanos. Pero el agua no fue suficiente para reducir las restricciones en el consumo de fluido eléctrico, que perjudicaban a la población y, especialmente, a la industria. A final de año la campaña de exportación naranjera estuvo bastante animada, pero la cosecha fue muy corta a causa de las fuertes heladas ocurridas en el mes de enero.