Con motivo de la catástrofe de Ribadelago, en Zamora, en la que murieron 120 personas, se suscitó en Valencia un movimiento de ayudas a los damnificados. El pueblo quedó deshecho por las aguas de la presa de la Vega de Tera, que se despeñaron sobre él. Al margen de los donativos de particulares, la Diputación y el Ayuntamiento se ofrecieron a amueblar las viviendas que se construyan en el nuevo municipio. Marcelino Olaechea envió 25.000 pesetas, igual que la Caja de Ahorros.
Por otra parte, la noche del 2 de diciembre en el sur de Francia el dique de Malpasset, el más estrecho del mundo y alarde técnico del ingeniero André Coyne, reventó por las intensas lluvias. En el pueblo de Fréjus, destrozado, se registraron 303 muertos y 109 desaparecidos. Las aguas estaban destinadas a abastecer varios pueblos de la Costa Azul y a regar el valle de Fréjus, antiguo puerto de mar. Este desastre despertó la conciencia de los valencianos, que tantas ayudas recibieron en la riada de 1957. El Ayuntamiento aportó cien mil pesetas y el arzobispo dispuso colectas en todas las iglesias y el gobernador encabezó con 25.000 pesetas una sucripción. El Sindicato de Frutos envió un tren de naranjas y LAS PROVINCIAS entregó al cónsul 25.000 pesetas