El viaje de Juan Pablo II a Alzira, que no estaba previsto en el itinerario, fue una decisón del Papa, ante la magnitud de la catástrofe ocurrida en la comarca de la Ribera. Antes de su visita, nada más producirse el desbordamiento del Júcar y la rotura de la presa de Tous, Juan Pablo II envió un telegrama de condolencia y un donativo de tres millones de pesetas.
Pero el Pontífice, que tenía prevista la visita a Valencia para el día 8 de noviembre, quiso estar entre los damnificados y visitar los pueblos afectados, por lo que esa misma la tarde se desplazó al lugar de la catástrofe.
Todavía muchas localidades se encontraban sin luz, ni teléfono y con las carreteras cortadas. Apenas havía veinte días de la riada del Júcar y la población no se había recuperado del duro golpe.
Muntanyeta de Alzira
En la Muntanyeta de Alzira, donde se alza el Santuario a la Virgen del Lluch, unas quince mil personas se congregaron para recibir la visita del Santo Padre. El Papa les dirigió una sentida alocución y rezó por los muertos que se habían llevado las aguas. Antes de emprender el regreso a Valencia, el Pontífice firmó en el libro de los Fueros del Rey Don Jaime del Ayuntameinto de Alzira.
40 minutos de visita
Cuarenta minutos después de la llegada a Alzira, el Papa y sus séquito partieron hacia el aeropuerto de Manises. La zona afectada por la Riada había sido la última etapa de su visita, de nueve horas, por tierras valencianas. Acompañado por nuestro arzobispo, Miguel Roca Cabanellas, Juan Pablo II tomó el avión DC-8 de la Fuerza Aérea Española, con destino Madrid. Todavía ese día debía asistir al acto con las religiosas y miembros de institutos seculares en el Palacio de los Deportes de Madrid.
Plaza de la Virgen
La Plaza de la Virgen y todas las calles contiguas estaban totalmente repletas de valencianos que esperaban la llegada de Juan Pablo II. Muchos eran ancianos, a los que el Papa dirigió palabras de respeto y estima, como: “Me inclino ante vosotros”.